Tenemos una mala
concepción de la palabra “inmigrante”. Parece que nos asusta,
que todas las connotaciones de la palabra son malas, negativas, que
es decirla y ponernos en alerta. Los medios la utilizan
constantemente y nosotros en cuanto la escuchamos a nuestro alrededor
sino llegamos a sentir miedo, si llegamos a sentir ansiedad o
animadversión, de verdad, no llego a comprender el por qué.
Cambiemos de palabra.
Escuchemos ahora la palabra “viajante”. Desde luego, no la
asimilamos con las anteriores connotaciones, al revés, todo lo que
se nos viene a la cabeza es positivo: sol, playa, alegría, o nieve,
parajes naturales y sonrisas, pero al fin y al cabo felicidades con
un tiempo limitado de duración. ¿Acaso existe tantas diferencias
entre la palabra inmigrante y la palabra viajero?
Veamos que opina la RAE,
inmigrante: que inmigra. Vaya, ahora lo tengo todo más claro.
Inmigrar: Dicho del natural de un país: Llegar a otro para
establecerse en él, especialmente con idea de formar nuevas colonias
o domiciliarse en las ya formadas. Viajante: el que viaja. Ajá.
Viajar: Trasladarse de un lugar a otro, generalmente distante, por
cualquier medio de locomoción.
Ambas
definiciones dejan claro que debe existir un cambio de un lugar A a
un lugar B. Si solo diésemos esto como explicación entraríamos en
una discusión en cuanto a quién es un viajante y quién un
inmigrante.
Inmigrante
especifica además la necesidad de asentarse, sin embargo para
viajante no hay una descripción específica, se puede viajar una
única vez en la vida e ir al pueblo de al lado, o se puede saltar
constantemente de un país a otro durante 50 años, no hay
limitación, excepto que incluya un medio de locomoción (y
perdónenme, pero quizás exista alguien que haya viajado o viaje
solo yendo a pie y sea un viajante en toda regla, e incluso después
de ver Pekín Express queramos replantear la cuestión, pero este no
es el tema). Sigamos con las diferencias, os diré las mías.
Para mí, la única
diferencia importante es el tiempo del viaje. El tiempo que “un
viajero” (de los que todos conocemos, uno “normal” que disfruta
de unas vacaciones, y quiere visitar algún lugar conocido o
desconocido) es limitado, disfruta el viaje y vuelve a casa, puede
albergar más o menos momentos, mejores o peores, pero vuelve a su
vida cotidiana a la espera de un nuevo viaje a la vista.
Sin embargo, un inmigrante
sale de su lugar de origen sin la expectativa a corto plazo de volver
(y sueña con no tenerla, pues significaría su fracaso), por ello,
mi opinión de que la diferencia es el tiempo, la duración de la
estancia. Un inmigrante busca hacer de su lugar de llegada su casa,
encontrar una vida mejor. A cambio de no disfrutar el viaje espera
disfrutar la estancia y no con pocas complicaciones. Desde luego con
muchas más complicaciones que nuestro “viajero”, nuestro
inmigrante intenta adaptarse a su nuevo entorno, puede llegar a
conseguirlo si nosotros ponemos de nuestra parte, o puede llegar a
pasarlo sino peor, si igual de mal que del lugar del que proviene,
desde luego esta en nuestra mano cambiarlo.
No obstante, nos quedamos
en la superficie, rápidamente le ponemos una etiqueta
simplificándolo. Ni siquiera le concedemos el beneficio de la duda:
no lo conocemos y por eso lo señalamos. No nos hemos puesto en sus
zapatos, no hemos visto con sus ojos y no hemos sentido lo que él ha
sentido, pero nos creemos en la superioridad moral de discriminarlo.
Que vergüenza y pena
siento de vosotros, de aquellos que consideráis que estas personas
no llegan a serlo, que son solo números, que son objetos de usar y
tirar, que son mercancía. La vergüenza la siento porque habéis
tenido mejores oportunidades y no las estáis aprovechado, porque
veis algo peligroso donde yo veo una nueva cultura, nuevas enseñanzas
y nuevas tradiciones. Vergüenza porque no sois capaces de entender
que no os asusta el inmigrante, os asusta el cambio, y sin cambios
nos volverías verdaderamente pobres.
La pena, viene por lo que
nos perdemos, tú, yo y ellos, todos. Lo que nos perdemos por el
miedo a lo desconocido, lo que nos perdemos por no salir de nuestra
zona de seguridad, de nuestra zona de confort, lo que nos perdemos al
creer que hay niveles en cuanto al ser humano sin ver que todos
estamos en el único nivel.
Sin tener consciencia fui
viajera, pero algún día seré inmigrante, y ojalá que en mi solo
encuentren diferencias en el tiempo que pase allá donde vaya.
Las masas humanas más
peligrosas son aquellas en cuyas venas ha sido inyectado el veneno
del miedo.... del miedo al cambio.
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